Tardes d'hivern

En el camí cap a la veritat és imprescindible el silenci

Las tardes en invierno eran muy cortas. A las cinco terminaba el día y todas las puertas permanecían cerradas. La lumbre era, en estos meses, el centro de la vida familiar y empecé a recuperar mi interés por la lectura que tanto bien me había hecho en años anteriores.

Leía largas horas en las que no había demasiadas cosas para hacer y durante las cuales empezó mi pasión por la filosofía. Aquella noche el telediario volvió sobre la Perestroika de Gorbachov y la política de acercamiento que se venía produciendo entre los dos bloques de la guerra fría, cosa que evocó mis recuerdos de La lista de Schindler y El hombre en busca de sentido, aunque entonces no advertía que la melancolía podía ser peligrosa.

Cuando esto ocurría me acercaba a casa de tía Andrea, que se había convertido en mi segundo hogar. Allí siempre era bien recibido y en muchas ocasiones comentábamos lo mal que iba el mundo. Con Emiliano podíamos hablar de la crisis del petróleo, del auge del terrorismo internacional, del escándalo del Watergate o del Ayatolá Jomeini, pero lo que recuerdo con mayor viveza es que únicamente en su compañía era capaz de estar largo tiempo en silencio.

Cuando llegué le encontré arrimado al fuego.
—«¿Qué, don Juan, que tal está usté?» —me preguntó —
«Ná, un poquino aborrio, no tengo ganas ni de hablar» —le dije —
«Ni falta que hase» —me contestó —
«Usté no es pa aquí, don Juan; usté no es pa aquí» —añadió
Y dando una patadita al caldero siguió mirando el fuego.

San Agustín, se dio cuenta que no era él quien había encontrado la Verdad, sino la Verdad que es Dios que le había encontrado.
—En este camino hacia la verdad es imprescindible el silencio— pensé mientras me arrimaba al fuego.
«Las criaturas tienen que estar en silencio si quieren entrar en el silencio en el que Dios les habla» decía san Agustín.

«A veces se tiene una especie de temor al silencio, al recogimiento, a pensar en las propias acciones, o al sentido profundo de la vida y se prefiere vivir -porque parece más fácil- con superficialidad, sin pensar, es más, se tiene miedo a buscar la Verdad, o quizá se tiene miedo de que la Verdad nos encuentre, nos aferre y nos cambie la vida. Querría deciros a todos, incluso a quienes en este momento pasan por dificultades en su camino en la fe, o a quien participa poco en la vida de la Iglesia, o a quien vive como si Dios no existiera, que no tengan miedo de la Verdad, que no interrumpan nunca el camino hacia ella, que no cesen nunca de buscar la verdad profunda sobre sí mismos y sobre las cosas, con los ojos del corazón. Dios nos dona su luz para que veamos el calor que hace sentir el corazón que nos ama y que desea ser amado». —escribe Benedicto XVI

Con tío Emiliano si no queríamos hablar, no hablábamos. Cuando estás entre personas que amas y su casa tiene alma no hay necesidad de decir nada.
¡Las paredes de su hogar rezuman misericordia!

(Joan Martínez Porcell., Puerta Santa, editorial Claret. Barcelona 2016)





23/03/2017 09:00:00




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